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martes, 11 de septiembre de 2012

Economía en al-Andalus - II -

Agricultura.


El gran desarrollo urbano e industrial del Islam peninsular no hubiera sido posible sin la existencia de una agricultura próspera en cuyo desarrollo los musulmanes apenas innovaron, aunque sí perfeccionaron las técnicas conocidas, especialmente en lo referente al almacenamiento de agua y su transporte por medio de cisternas, acueductos, canales, presas, utilización de aguas subterráneas... Al-Andalus conoció tres sistemas principales de irrigación, homologables a los que existían en otros lugares del Imperio islámico: 
a) el uso de acequias (al-saqiya).
b) el empleo de máquinas elevadoras para extraer el agua del río o de un pozo (la noria o al-nanra).
c) el uso del qanat, técnica iraquí consistente en una canalización subterránea de agua, conectada a un conjunto de pozos de succión, que hacen aflorar el agua por gravedad. 
A pesar de las importantes transformaciones experimentadas por la agricultura andalusí a consecuencia de la difusión del regadío, los cultivos principales seguían siendo los de secano, especialmente los de la “tríada” mediterránea: el olivo, la vid y el trigo.
El cultivo de los cereales (trigo y cebada fundamentalmente) difiere poco del sistema empleado en el norte de la Península y en Europa: tras un año de siembra se dejaba la tierra en barbecho; sólo en zonas especiales se procedía a la siembra de cereales de primavera (mijo y sorgo). Aunque algunos textos geográficos hablan con frecuencia de determinadas zonas trigueras (Tudela, Toledo, Baeza, Ecija, Ubeda y Jerez), al-Andalus fue siempre deficitario en cereales y tuvo que recurrir frecuentemente a las importaciones del norte de Africa. 
Otro cereal de gran importancia en la Península fue el arroz, importado de Asia y ampliamente cultivado en las llanuras del Guadalquivir y en las huertas valencianas.

El cultivo del olivo muestra una clara continuidad con el mundo romano. Las zonas más productivas se situaban en la antigua Bética. En la época califal se encontraba en plena expansión, destacando el aceite del Aljarafe, al oeste de Sevilla, cuyas excelentes propiedades ponderan los geógrafos; se produce, asimismo, en las regiones de Jaén, Córdoba y Málaga, así como en Lérida y Mequinenza. La producción aceitera de al-Andalus era tan importante que se exportaba a Oriente y el norte de Africa; el sistema empleado para el prensado de la aceituna, la almazara, no difería mucho del practicado hasta hace poco en Andalucía.
Pese a la prohibición coránica de consumir alcohol, el viñedo mantuvo su importancia bajo el dominio musulmán a causa de la existencia de una población no musulmana y a la tolerancia de emires y califas. Ello sin contar con el amplio consumo de uvas frescas y, sobre todo, de pasas, siendo especialmente famosas las de Ibiza y Málaga. A estos típicos productos mediterráneos hay que añadir además las legumbres cultivadas en tierras de secano (habas y garbanzos).
Los cultivos de regadío, como ya dijimos, tuvieron una especial significación, sobre todo en lo que se refiere a las técnicas utilizadas y, en general, al fomento de los cultivos de huerta y árboles frutales. Los musulmanes perfeccionaron los sistemas de regadío, realizaron estudios botánicos sobre la calidad y productividad del suelo, se preocuparon por el abonado y trataron de combatir las plagas de insectos. De ahí que se haya hablado, con excesivo énfasis, de “revolución verde”. Cultivos como el arroz, ya citado, los agrios, el algodón y el azafrán; los árboles frutales, como la higuera, los manzanos y los perales, los almendros y albaricoques, y, en zonas particularmente bien favorecidas por el clima, la caña de azúcar (en el bajo valle del Guadalquivir y en la costa granadina) y el plátano, fueron introducidos por los árabes, introducción que debe poner en relación con la difusión del regadío, pero también con los progresos de la urbanización y con el auge de una clase mercantil árabe, responsable del cinturón de huertas que rodeaba las ciudades. 
Asimismo característica de una sociedad predominantemente urbana y mercantil fue la difusión de plantas textiles, colorantes, aromáticas y medicinales. 

Ganadería.

Los animales más apreciados eran el caballo de guerra, la mula y el asno de carga, y la oveja por su carne y su lana. La penetración de los beréberes en la Península serviría para mejorar las razas equina y ovina, la última de las cuales practica ya en época califal la transhumancia en las zonas montañosas del Sistema Central (sierra de Guadarrama) y otras regiones. . En la época omeya se ha constatado la introducción en al-Andalus del camello -utilizado por Almanzor para el transporte del material pesado en sus campañas contra los cristianos- y cuando los sirios llegan a la Península traen consigo búfalos, de origen indio. En época omeya cobró notable relieve la apicultura. Relativamente importante es la cría de pollos y de pichones (la paloma es utilizada como correo y la palomina sirve de abono y además de apresto en el curtido de las pieles). El cerdo, en cambio, retrocedió por motivos religiosos, si bien subsistió en las zonas montañosas.

El comercio.
Con la prosperidad general del país aumentó la demanda de artículos y, en consecuencia, creció la actividad mercantil, la base de cuyas operaciones se desarrollaba en las grandes ciudades. Dichas operaciones mercantiles se manifestaban en un comercio interior y un comercio exterior. La abundancia de moneda acuñada (el dinar de oro y el dirhem de plata) fue un factor favorable para los intercambios, realizados en el interior de las ciudades en los zocos o barrios comerciales. Por zoco se entiende el mercado permanente o periódico que puede tener lugar en cualquier calle, aunque generalmente se realiza en las plazas y sobre todo en las proximidades de la mezquita mayor de cada ciudad. Los comercios de lujo se agrupan en bazares.
Dentro de al-Andalus el transporte se efectúa por las rutas terrestres, que coinciden con las calzadas romanas en líneas generales, si bien se eligen atajos y veredas y se construyen nuevas calzadas siempre que sean necesarias para el comercio o para la conexión militar entre Córdoba y las restantes ciudades. El sistema de carreteras era radial, con centro en Córdoba, de donde se dirigían a Sevilla, Zaragoza, Toledo, Coria, Almería, Valencia, Málaga,..., con ramales secundarios en todas y cada una para permitir una fácil comunicación de la capital con todo el territorio. Las vías fluviales carecen de importancia si se exceptúan los cauces inferiores de los ríos Ebro y Guadalquivir. La navegación marítima afecta a todo el comercio internacional con Europa, Oriente y el norte de Africa.
La España musulmana mantuvo relaciones mercantiles abundantes, tanto con los otros países islámicos como con el mundo cristiano. En Europa se obtenían pieles, madera para la construcción naval, metales, armas y esclavos a cambio de productos de lujo, oro y plata. De Oriente se importaban esclavos privilegiados -distinguidos por su cultura, sus dotes musicales o su dominio de la danza-, libros, objetos de adorno y joyas, así como especias. Hacia el norte de Africa se exportaba aceite de oliva y se obtenían esclavos, oro sudanés y cereales. El centro más importante de este comercio mediterráneo fue Pechina, y, tras la decadencia de la ciudad en el siglo X, Almería. Los objetos de lujo cordobeses eran muy apreciados en los reinos cristianos del norte de la Península, de donde procedían muchos esclavos femeninos.