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lunes, 19 de noviembre de 2012

Los primeros mártires cristianos..

   La comunidad mozárabe de Córdoba vivía cómodamente bajo el reinado de Abd al-Rahman II. El contacto con la burguesía y la aristocracia musulmanas, habían arabizado la forma de vida de los cristianos, algunos de los cuales formaban parte de la guardia del emir, trabajaban en la administración del Estado, eran negociantes y alcabaleros, conocían y hablaban árabe, interesándose por la literatura y la poesía musulmanas. La religión cristiana era tolerada así como los clérigos, siempre y cuando se comportasen con discreción y no hubiera manifestaciones externas de culto, por lo que no estaban autorizadas las procesiones y el hacer sonar las campanas.
    En Córdoba, al igual que en Toledo, Sevilla o Mérida, existían monasterios mozárabes, en los  que el clero no veía con buenos ojos, la creciente arabización de sus fieles, que estaban más por la integración y la buena convivencia que por cualquier otra cosa. Pero siempre hay fanáticos que fueron creando una especie de partido de la oposición, integrado por sacerdotes y laicos, dirigido por el clérigo EULOGIO y ÁLVARO, un rico burgués de origen judío. Eulogio pertenecía a una familia mozárabe. Uno de sus hermanos era funcionario de la administración omeya y su hermana Anulona, se había hecho monja. Él mismo era sacerdote de la parroquia de San Zoilo, después de haber recibido las enseñanzas del abad Spera-in-Deco, en cuyos cursos conoció a Álvaro.
   La crisis empezó por un incidente tan desgraciado como simple. Un sacerdote cristiano llamado PERFECTO entabló una conversación con unos ciudadanos musulmanes sobre los méritos de Jesús y de Mahoma. Los ánimos se fueron calentando, y el sacerdote acabó insultando a Mahoma y al Islam. En un principio no pasó nada, aunque el insulto a la religión del Profeta, se pagaba con la muerte así como renegar del Islam, pero al final fue denunciado y preso. Su ejecución se aplazó hasta la fiesta de la Ruptura del Ayuno, y la plebe estuvo encantada de asistir a la decapitación de PERFECTO, el 18 de abril de 850.
   Eulogio y Álvaro vieron en la ejecución un magnifico motivo para extender su propaganda entre la comunidad de mozárabes cordobeses. Una especie de exaltación mística, alentada por el fanatismo de los dirigentes del partido, se adueñó de los cristianos que, se animaban los unos a los otros, para sufrir el martirio en nombre de su religión, al tiempo que elementos musulmanes, más radicales, no dejaban de molestar a los cristianos.
Un comerciante cristiano fue acusado porque juraba por Mahoma, pero el cadí sólo le aplicó un castigo temporal. Muy pronto iba a desencadenarse la ola de martirios, todos buscados, en la Córdoba emiral. El primero fue  el del monje ISAAC, del monasterio de Tábanos, que fue a insultar a Mahoma en la corte del cadí. Fue crucificado, su cuerpo quemado y las cenizas arrojadas al Guadalquivir. Se produjo produjo una reacción en cadena, un soldado franco de la guardia de palacio, otros seis monjes de Tábanos, el sacerdote Sisnando, el diácono Paulo, Teodomiro de Carmona, otro monje...todos se apresuraron a blasfemar ante las autoridades, para que no hubiera duda de cuáles eran sus intenciones y sus pretensiones.
   El 24 de noviembre de 851, dos religiosas, Flora y María, a pesar de los esfuerzos de las autoridades musulmanas para que se mostrasen más sensatas y se retractasen de sus blasfemias sobre el Islam, alcanzaron la palma del martirio...aquello se convirtió en una locura en la que muchos cristianos deseaban alcanzar el cielo por la vía rápida.
   Abd al-Rahman, que no quería manchar su imagen con una solución parecida a la del Arrabal, como le aconsejaban algunos de sus ministros, estaba seguro de que al final prevalecería el sentido común entre los mozárabes. Muchos clérigos, no sólo de Córdoba sin o también del resto de al-Andalus, desaprobaban la actitud de Eulogio y los suyos y no deseaban más que llegar a la solución de este problema con el poder central. así se lo hicieron saber al emir y éste decidió convocar un concilio, presidido por Recafredo, metropolitano de Sevilla, con asistencia de los obispos andaluces y representantes del gobierno omeya. Para esta representación se eligió a un cristiano, GÓMEZ.
    El concilio empezó en 852. Gómez expuso la situación, comentando la inutilidad de aquellos sacrificios, pidiendo a los obispos que desautorizasen aquel movimiento y a sus dirigentes. Saúl, obispo de Córdoba, fue el único que se puso de parte de los mártires. Los demás cerraron filas junto a Recafredo, y sin juzgar lo que ya había sucedido, se prohibió que los cristianos de al-Andalus buscasen el martirio voluntariamente. Aquello equivalía a un suicidio y como tal, era condenable por la Iglesia. Pero a pesar de estas normas de la Iglesia oficial, todavía hubo irreductibles que blasfemaron en la misma mezquita, por lo que fueron ejecutados el 16 de septiembre de 852. Seis días más tarde, moría Abd al-Rahman II, de forma inesperada. Los mozárabes cordobeses, proclives a las tesis de Eulogio, se apresuraron a decir que era castigo divino.
    Muhammad I llegó al poder y liberó a Eulogio que estaba preso y éste marchó a Toledo y Pamplona. Al regresar a Córdoba, vio con pesar, que incluso sus más fieles partidarios, abandonaban las posturas intransigentes. Redobló sus prédicas exaltadas junto con Álvaro y, otra vez, se revolvieron las conciencias. Pero Muhammad no pensaba como su padre. Hizo derruir el monasterio de Tábanos, por considerarlo el principal punto de agitación y no ratificó la elección de Eulogio como metropolitano de Toledo. Entre 853 y 858, hubo, por lo menos, otros catorce ejecutados, todos clérigos que buscaron el martirio. Incluso llegaron dos monjes franceses que deseaban llevarse a su país las reliquias de aquellos mártires. En el año 859, la paciencia de Muhammad se agotó. Se apresó a EULOGIO, acusado de continuar haciendo proselitismo y éste, para no ser menos, insultó a Mahoma. Fue decapitado el 11 de marzo de 859. Cuatro días más tarde, lo sería la virgen Leocricia, convicta de apostasía. Aún se produciría algún que otro martirio buscado pero ya sin Eulogio los ánimos se apaciguaron y los mozárabes convivieron en paz con los señores del país.