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jueves, 18 de abril de 2013

Alfonso III de Asturias.


Alfonso III de Asturias, llamado el Magno (c. 848 - Zamora, 20 de diciembre de 910), fue el rey de Asturias desde el año 866 hasta poco antes de su defunción, ocurrida en el año 910. Hijo y sucesor de Ordoño I y de su esposa, la reina Nuña, Alfonso III fue el último rey asturiano, o el primero de León, ya que en esta ciudad residió largas temporadas, y allí tenía su Consejo de Gobierno y Tribunal de Justicia.

Desde su ascenso al poder hubo de hacer frente a una serie de problemas internos: revueltas nobiliarias, conatos de rebelión en la propia dinastía, como el caso del infante Bermudo el Ciego. Llevó a cabo una fuerte actividad repobladora, acogiendo a una importante inmigración mozárabe, y consolidó el Duero como frontera meridional del reino, en torno a las plazas fuertes de Toro y Zamora. Luchó enérgicamente contra los musulmanes, a los que derrotó en Polvoraria. Rechazó la yihad del rebelde omeya Ibn al-Qitt y pactó con Ibn Marwan al-Yalliqi, valí de Mérida.

Se casó con Jimena Garcés (866-910), cuya estirpe todavía se discute, aunque probablemente era hija del rey García Íñiguez de Pamplona. De este matrimonio nacieron los tres primeros reyes propiamente leoneses, García, Ordoño y Fruela, que ya en vida de su padre gobernaron respectivamente la frontera centro-oriental (la futura Castilla), Galicia y Portugal, y Asturias.

Sus últimos años de reinado son oscuros. Por motivos desconocidos, su primogénito García trató de derrocarlo, lo que logró finalmente con el concurso de sus hermanos. Alfonso III abdicó, aunque conservó el título real, y murió en Zamora, al parecer tras emprender una última incursión en territorio musulmán.

Vida
Su juventud es desconocida. Fue asociado al trono en 853 y se ocupó del gobierno de Galicia. Al morir su padre, tuvo que enfrentarse a Fruela Bermúdez, conde de Lugo, que le disputaba la corona, y hasta parece que llegó a usurparle el trono, quizá refugiándose Alfonso en alguna parte de Castilla. Hay que tener en cuenta que hasta hacía poco la monarquía había sido electiva, y todavía habría quien rechazara la sucesión dinástica. Sin embargo, un año más tarde Alfonso III recuperó la corona gracias a la ayuda del conde Rodrigo de Castilla, que posiblemente fuera tío suyo.

Al año siguiente, 867, tuvo que dominar a los vascones, que se sublevaron dirigidos por el conde Eilo.

Su padre, Ordoño, había comenzado la repoblación de los territorios fronterizos, y continuó con ello: en 878 envió a sus tropas para apoderarse del norte de Portugal, conquistando así Coímbra y Oporto, y situando la frontera sudoccidental en el río Mondego.

Alfonso III tuvo que hacer frente a las ofensivas del príncipe omeya al-Mundir, hijo del emir cordobés Mohámed I. La lucha fue casi constante entre 875 y 883. Las primeras incursiones omeyas tuvieron como objetivo León y el Bierzo, pero fracasaron. La contraofensiva cristiana se saldó con la toma de Deza y Atienza.

Abd al-Rahman Ibn Marwan, el Gallego, señor de Mérida y rebelde al emir de Córdoba, le envió para congraciarse con él al ministro de éste, Hashim ibn Abd al-Aziz, lo que provocó que en 878 Al-Mundir dirigiese sus huestes de nuevo hacia León y Astorga, mientras que Salid ben Ganim llegaba hasta el Órbigo. El Rey Magno, para evitar la unión de ambos ejércitos, salió al encuentro del segundo, al que derrotó en la batalla de Polvoraria, en la confluencia de los ríos Órbigo y Esla. . Al-Mundir emprendió entonces la retirada, pero Alfonso III le interceptó en el valle de Valdemora, donde le derrotó. El emir Mohámed se vio obligado a pagar rescate y a firmar una tregua de tres años; era la primera vez que Córdoba pedía la paz.

Ambos reyes consideraron la tregua como un paréntesis, preparándose para el siguiente asalto: Mohámed armó una flota para atacar Galicia por mar, pero fue destrozada por una tormenta. Alfonso e Ibn Marwán descendieron por el valle del Tajo y derrotaron al ejército cordobés en el monte Oxifer, junto al río Guadiana.

Como desquite, Muhámmad atacó en el año 882 al reino de Zaragoza, a donde Alfonso había enviado a su hijo, Ordoño, para que se educara con los Banu Qasi, hijos de Musa, y avanzó por la antigua vía romana hasta León. Hubo un intercambio de prisioneros, y los cordobeses se retiraron, repitiendo la campaña en 883, con el mismo resultado.

En 884 Mohámed I y Alfonso III firmaron la paz, pues ambos empezaban a tener serios problemas internos. El Rey Magno se encontró con un levantamiento acaudillado por sus hermanos Fruela, Odoario y Bermudo, que se hicieron fuertes en Astorga, apoyados por varios condes, pero rápidamente fueron derrotados y ajusticiados.

En 901 el rebelde omeya Ibn al-Qitt, proclamado Mahdi, predicó la guerra santa y atacó Zamora, que pudo resistir. El líder mesiánico, abandonado por los suyos, fue derrotado y muerto en batalla en lo que se conoce como el Día de Zamora.1 En esos años, el Emirato de Córdoba sufrió rebeliones civiles, por lo que dejó de inquietar al Reino de Asturias, que sin embargo hizo frente a sus antiguos aliados de Mérida y del valle del Ebro: aliado con el conde de Pallars, dio un golpe de estado que consiguió derrotar a los Banu Qasi e instalar un navarro, Sancho Garcés I, en el trono pamplonés.

Al final de sus días, se sublevó su hijo García, que se había casado con Nuña, hija del Conde de Castilla Nuño Fernández, que fue el instigador de la conjura contra el Rey. Capturado García por su padre, su suegro Nuño provocó un levantamiento ayudado por Jimena, Ordoño y Fruela. Según la Crónica General de España de Alfonso X el Sabio, la reina Jimena "basteció estos castiellos en tierras de León, Alba, Gordón, Arbolio et Luna, et diólos a su fijo el infant don García". El castillo de Luna tenía singular importancia, al acoger el tesoro regio. Para evitar la guerra civil, Alfonso III se retiró junto a su esposa a Zamora, donde moriría en 910.

Desde ese momento, el Reino de Asturias, engrandecido ya de forma majestuosa y con extensos territorios que gobernar, trasladará la capital desde Oviedo a León y comenzará a hablarse del Reino de León, con ocasionales divisiones del reino Asturleonés entre Asturias, Galicia y León. Con las fronteras ampliadas hasta el río Duero y el Mondego, empezaron a afluir mozárabes. Aunque el reino es dividido entre sus tres hijos durante unos años: para García, León; para Ordoño, Galicia y para Fruela, Asturias. Gonzalo, que era clérigo, continuó siendo arcediano de Oviedo; y a Ramiro, por su corta edad, se le dio el título de rey pero sin territorio.

Matrimonio y descendencia
Contrajo matrimonio con Jimena de Asturias, cuya filiación no está confirmada, aunque algunos historiadores consideran que fue hija del rey García Íñiguez de Pamplona, y hermana del rey Fortún Garcés.2 Fruto de su matrimonio nacieron ocho hijos:

García I de León (870-914). Rey de León.
Ordoño II (871-924). Rey de Galicia, y posteriormente de León. Heredó el trono leonés a la muerte de su hermano mayor, García I.
Gonzalo (¿?-¿920?). Confirmó en numerosos privilegios de la época, emitidos por sus padres y hermanos, y fue arcediano de la Catedral de Oviedo. Algunos autores señalan que probablemente sería sepultado en el Panteón de reyes de la Catedral de Oviedo.3
Fruela II de León (875-925). Rey de Asturias, y posteriormente de León.
Ramiro (¿?-929). Algunos autores señalan la posibilidad de que heredase el reino de Asturias cuando su hermano, Fruela, heredó el trono leonés a la muerte de Ordoño II, hermano de ambos. Según Jaime de Salazar y Acha, pudo haber casado con la reina Urraca, viuda de su hermano Fruela. Según la inscripción en su sepulcro en el Panteón de reyes de la Catedral de Oviedo, falleció el 31 de marzo de 929.
Sancha.
Dos hijas de las que se desconoce el nombre.

Muerte y sepultura
Alfonso III falleció en la ciudad de Zamora el día 20 de diciembre del año 910.
Su cadáver fue conducido a la ciudad de Astorga, y enterrado en la catedral de dicha ciudad, en la que posteriormente sería sepultada su esposa, la reina Jimena de Asturias quien falleció dos años después en 912. Sus restos fueron depositados en el sarcófago de San Justo de la Vega, hallado en el municipio leonés de San Justo de la Vega, y que desde el año 1869 se halla expuesto en el Museo Arqueológico Nacional, ubicado en Madrid.

Posteriormente, en el año 986, los restos de Alfonso III y los de su esposa, la reina Jimena de Asturias, fueron trasladados, por orden del rey Bermudo II el Gotoso, a la ciudad de Oviedo, pues el monarca leonés temía que los restos mortales de ambos fuesen profanados por las tropas musulmanas dirigidas por Almanzor, que en esos momentos avanzaban hacia el reino de León4 siendo depositados en el Panteón de reyes de la capilla de Nuestra Señora del Rey Casto de la Catedral de Oviedo, donde se hallaban sepultados numerosos miembros de la realeza astur-leonesa.

Cultura
Convocó el segundo Concilio ovetense en el 893.
Mandó elaborar la Cruz de la Victoria, que figura en la actual bandera de Asturias, convertida en símbolo del Principado. La joya fue hecha por orfebres procedentes del reino franco. Ordenó su elaboración a principios del siglo X, como donación a la catedral de San Salvador. Hoy se guarda en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, y una copia cuelga del puente de Cangas de Onís
El hallazgo del sepulcro de Santiago convierte a Compostela en la 2ª sede apostólica después de Roma, con autoridad sobre clérigos de otros reinos y condados cristianos. Santiago se convierte en destino de peregrinos, verdaderos transmisores de cultura.
Con respecto al arte asturiano, durante el reinado de Alfonso III el Magno se da la llamada "Etapa Postrramirense" de la arquitectura prerrománica asturiana, con edificios de la importancia de San Salvador de Valdediós, Santo Adriano de Tuñón y la Basílica de Santiago de Compostela.
Ordenó la redacción de tres crónicas, en las que rehace la historia presentando al Reino de Asturias como el heredero del Reino visigodo:
Crónica Albeldense (c. 881)
Crónica profética (c. 883)
Crónica de los reyes visigodos o Crónica de Alfonso III (c. 911)

información WIKIPEDIA.