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martes, 4 de junio de 2013

La Córdoba Califal.

   La España musulmana contaba con la importante herencia de las ciudades romanas, pero fueron muchas las nuevas ciudades creadas en al-Andalus a partir del siglo VIII. La ciudad de las ciudades, en el siglo X, era Córdoba. Importante en épocas históricas anteriores, al convertirse en la capital de la España musulmana, Córdoba fue el centro de una vida cultural y social animadísima.
   El contraste de la hermosa Córdoba con el resto de las capitales europeas no podía ser más acusado. La gran crisis del S. III y las invasiones bárbaras, habían arruinado el modelo urbano heredado de los romanos. Roma, en aquellos tiempos, tenía unos 20.000 ó 30.000 habitantes, que vivían en el Campo de Marte, mientras que los antiguos barrios de la época clásica estaban en un abandono casi total. Por ejemplo, la basílica de Letrán, quedó alejada de la población medieval. Y si hablamos de París era peor todavía. Los ataques de los normandos, a mediados del siglo IX, hicieron que restaurasen sus muralla, pero no era más que una modesta villa, con una población minúscula que se agrupaba alrededor de los monasterios de Saint-Marcel, Saint-Geneviéve y Saint-Germain-de Prés.
   Es difícil ofrecer datos fiables sobre cuál sería la  población en general y de Córdoba en particular. Sin embargo, las investigaciones de los últimos años, permiten aventurar algunas cifras. Córdoba tendría alrededor de  100.000 habitantes, siendo , posiblemente la ciudad más habitada de Occidente; le seguía Sevilla 60.000; Toledo con 30.000...
   Córdoba, bañada por el Guadalquivir, el " río grande " de los árabes, era la ciudad más importante o una de las principales del Mediterráneo. Rodeada de arboledas, de plantaciones, palacios y almunias, sus alrededores eran tan bello como la ciudad propiamente dicha. El viajero y cronista Ibn Hawqal, que la visitó en sus tiempos de esplendor decía que era admirable en todos los sentidos: por la belleza de sus construcciones, la arquitectura de sus mezquitas, la variedad y el surtido de sus mercados,la limpieza de los lugares y el gran número de baños.
   La Qurtuba musulmana estaba situada en la margen derecha del río, y en ella se daba la perfecta combinación de la actividad burocrática, propia de ser la capital del Estado, con la actividad económica, lo mismo en la producción que en el comercio o en la actividad artística. Claudio Sánchez Albornoz decía que en Córdoba se fundían los rasgos propios de la civilización musulmana  con los de Constantinopla que en aquellos momentos era el centro del poder del imperio romano de  Oriente.
   Su engrandecimiento empezó con el primer omeya, el emir Abd al-Rahman I, que comenzó la construcción de la gran mezquita, y que todos los gobernantes musulmanes se dedicarían a embellecer.
Reconstruyó también el recinto amurallado y el viejo Alcázar dotando a la ciudad de la primera infraestructura hidráulica. Se instalaron en la cuidad centros básicos de poder como la casa de correos y la ceca, o la casa de moneda. Pero sería Abd al-Rahman III el que daría a Córdoba el empuje que habría de convertirla en " la luz de occidente " y en " el ornato del mundo ". Cuando este califa accede al poder, el núcleo central de la ciudad, o medina, contaba con el Alcázar y la mezquita mayor y era, a la vez, el ámbito donde se llevaban a cabo los negocios y el lugar donde se asentaba el barrio judio. Por otro lado, la ciudad estaba también compuesta por un amplio conjunto de arrabales situados fuera de la ciudad propiamente dicha.
   La medina se levantó sobre los cimientos de la antigua ciudad romana y el centro vivo de Cordoba con una actividad desbordante, no importaba a qué hora del día. El Alcázar, situado allí, ya había sido residencia de los gobernantes romanos y visigodos, como lo fue también de los emires y califas musulmanes, pero éstos, lo ampliaron y reconstruyeron. Estaba organizado en dos partes, claramente definidas: una la parte oficial, sede de las oficinas donde tenían lugar las tareas políticas-administrativas del poder central, y la segunda, la residencia privada del emir o califa, donde vivía rodeado de sus más allegados. En esta zona se prodigaban los jardines y las fuentes, con amplias zonas de recreo.
   La mezquita mayor lindaba con el Alcázar, y era el edificio emblemático de los omeyas. Abd al-Rahman I ponía la primera piedra en el 784, pero la primera fase de su construcción no se completó hasta el emir Hisham I. El edificio, en forma de cuadrilátero, tenía , en principio, once naves y ocupaba el lugar que antaño fuera la impresionante basílica visigoda de  San Vicente. Su ampliación fue constante a lo largo del tiempo, y puede decirse que en ella se fueron plasmando todos los procesos artísticos de la España musulmana. Además de sus funciones religiosas, la mezquita servía también como lugar donde se enseñaba religión, se leían los comunicados oficiales y donde se bendecían los estandartes de los ejércitos que partían para las campañas. Al-Himyari la describe asi: Se trata de uno de los más nobles edificios del mundo por la amplitud de sus proporciones, la perfección de su fábrica, la belleza de su diseño y la solidez de su construcción. Los califas omeyas se ocuparon mucho de ella, haciendo sucesivas ampliaciones y remates hasta conseguir una perfección extrema. La vista se asombraba al contemplarla y su belleza era imposible de describir. Entre las mezquitas de los musulmanes no hay ninguna que se asemeje en ornamentación y proporciones ". Estas palabras siguen teniendo la misma vigencia. Es imposible plasmar la impresión y la hermosura que produce su bosque de columnas, el conservado mihrab...sobrecoge el ánimo tanta belleza, tanta armonía... Hoy, la mezquita de Córdoba es Patrimonio de la Humanidad.
   En la medina se encontraba, también , el zoco, o sea, el espacio dedicado al comercio. Los distintos oficios y actividades ocupaban espacios determinados. Así nos encontramos con la calle de los carniceros, la de los sastres, la de los pañeros, la puerta de los especieros....
La alcaiceria era el lugar donde se vendían los artículos de lujo, los importados y los más caros. En el zoco se situaban la mayoría de las alhóndigas, especie de posadas cuyo piso inferior estaba habilitado para establo de las bestías de carga y el piso superior servía tanto para almacenar mercancías como para alojamiento de mercaderes y comerciantes.
   Todo eso conformaba una medina abigarrada, llena de gente , activa, en la que apenas quedaban espacios libres. La medina estaba rodeada por un muro, de unos cuatro km de longitud, con siete puertas, para acceder a la misma.
   Los arrabales, muy numerosos, eran como pequeños pueblos, pues contaban con todo lo que podían necesitar para vivir las gentes que los habitaban en el siglo X: mercados, baños y, por supuesto, mezquita. En la zona situada al este de la medina existían seis arrabales donde estaban los principales talleres artesanales de Córdoba.
   Al noroeste la ciudad, se cree que estaba la manufactura real de tejidos. Eran fábricas estatales en las qeu se tejían productos como tapices, vestidos o túnicas y prácticamente, eran un monopolio. Su calidad y su belleza eran magníficas.
   Además, estaba dotada Córdoba de impresionantes jardines para esparcimiento de sus habitantes. Famosos eran los de " la alegría ", el de " Banu Amir " y el de " la noria ". De uno de estos jardines provenían las granadas de Safari, cuyo sabor era algo especial por su exquisitez y dulzura. Otro lugar para pasear que gozaba de gran predicamento entre los cordobeses, era la " pradera de aguas rumorosas ".
   Las almunias que rodeaban la ciudad eran, a la vez, explotaciones agrícolas y lugares de residencia en el campo. Pertenecían a los dirigentes omeyas y a los personajes destacados de la corte. Entre ellas se encontraban la de " al-Nau´ra " que fue una de las residencias favoritas de Abd al-Rahman III; la de Nasr, que albergó a la embajada bizantina, o la de Ibn al-Qurasiyya, propiedad de uno de los hijos de Abd al-Rahman III.
   Córdoba era la sede del saber, de la cultura, de la religión, que no obstante convivía bien con las sinagogas judías y las iglesias cristianas, con una vida diaria llena de actividades algunas tan singulares como la compra-venta de esclavos y el mercado de libros, objetos estos que desempeñaron un papel de gran relevancia. Fuentes conservadas, apuntan que en un arrabal cordobés vivían 170 mujeres dedicadas a la tarea de copiar manuscritos, llegando el libro a adquirir el valor del más suntuoso de los artículos, a tal punto que, fueron muchos los iletrados que se dedicaron a comprar libros en las subastas para exhibirlos en su hogar como algo precioso, formando bibliotecas que eran de buen tono en la sociedad de aquellos momentos.
   Los cordobeses se divertían participando y asistiendo a las carreras de caballos, aunque también eran frecuentes las carreras entre perros, palomas o camellos. Gustaban de las peleas de animales: entre perros o entre perros y toros. Se cree que también había peleas de gallos. La caza era otro de sus entretenimientos, practicada como una actividad de diversión y de ocio.
   Los juegos de mesa y los de azar tenían muchos adeptos y practicantes, en especial el juego del ajedrez. La pasión por este juego llegó a tales extremos, que los jugadores incluso llegaban a olvidar sus prácticas religiosas embebidos por las partidas, lo que por lo visto, no gustaba nada a los alfaquies.

Libro al-Andalus de Concha Masiá.