Seguidores

lunes, 29 de julio de 2013

Campañas militares de al-hakam II.

Alhakén o Alhaquén II (en árabe, الحكم بن عبد الرحمن), al-Ḥakam ibn ʿAbd ar-Raḥmān; Córdoba, 13 de enero de 915 - Id., 16 de octubre de 976 segundo califa omeya de Córdoba, desde el 16 de octubre de 961 hasta su muerte.
Sucedió a Abderramán III a los 47 años y nueve meses de edad, continuando la política de su padre y manteniendo la paz y la prosperidad en Al-Ándalus. No sólo sostuvo el apogeo al que llegó el califato con su padre, sino que con él alcanzó su máximo esplendor.
A los 8 años fue nombrado sucesor de Abderramán III, y su educación fue exquisita, participando intensamente en las actividades de gobierno, así como en las campañas militares, acompañando al califa en varias ocasiones. Cuando a la muerte de su padre se hizo cargo del poder contaba con 47 años y adoptó el título de al-Mustansir Bi-llah (el que busca la ayuda victoriosa de Alá). Hasta entonces, y pese a su unión con Radhia, no tuvo hijos. Al llegar al trono la descendencia se hacía necesaria y logró dársela una concubina esclava, de origen vascongado llamada Subh (también llamada Zohbeya y Aurora), a quien Alhakén dio el nombre masculino de Chafar.

A diferencia de su padre, Alhakén se apoyó en dos personajes de la corte: el general Galib, un liberto de origen eslavo, y el chambelán al-Mushafi, que junto a la concubina Subh ejercieron prácticamente el gobierno, alcanzando altas cotas de poder.

Los reinos cristianos
Entre las primeras medidas que tomó al ser nombrado califa se encontraba la reclamación al reino cristiano de León de las diez fortalezas que su rey, Sancho I, había prometido a su padre Abderramán III por el apoyo prestado en la disputa dinástica que aquél mantuvo con Ordoño IV y que le permitió recuperar el trono.
Ante la negativa del rey leonés a cumplir su promesa, Alhakén acogió al depuesto Ordoño IV en la corte cordobesa prometiéndole reponerlo en el trono, lo que hizo que Sancho I se retractase y enviase una embajada a Córdoba con la promesa de cumplir lo pactado. Sin embargo, la muerte de Ordoño IV motivó que Sancho I cambiase nuevamente de postura y concertase una alianza con el rey navarro García Sánchez I, con el conde castellano Fernán González y con el conde de Barcelona Borrell II para hacer frente al poderío del califa.
Alhakén inicia en respuesta, en 963, una ofensiva militar que se ve culminada por el éxito al conquistar las plazas de San Esteban de Gormaz, Atienza y Calahorra, lo que unido a las crisis dinásticas que se abren en los reinos cristianos vuelvan a colocar al califato cordobés en su posición de supremacía, iniciándose un periodo de calma militar que se extenderá hasta 973, cuando el nuevo conde castellano García Fernández, que había sucedido a Fernán González, aprovechando que el grueso del ejército califal se encontraba en África, atacó las plazas de Deza y Sigüenza, actuación que se vio acompañada en 974 por el asalto del también nuevo rey de León Ramiro III de la plaza de San Esteban de Gormaz. El retorno del general Galib de su campaña africana puso fin a los ataques cristianos al vencerlos en las batallas de Langa y Estercuel.

El Magreb
La política africana de Alhakén estuvo marcada por el intento de frenar la expansión del califato fatimí, con capital en Kairuán, en el actual Túnez, por el Magreb. Política que se vio favorecida por la conquista, en 969, de Egipto por los fatimíes, que trasladaron su capital a El Cairo y con ello su zona de influencia lejos del Estrecho de Gibraltar.
El traslado fatimí hace que, en 972, Alhakén decida recuperar su zona de influencia en el Magreb, para lo cual debe de enfrentarse al último representante de la Dinastía idrísida, el emir Al-Hasan ben Kannun, al que logró someter en 974 gracias al envío de las tropas de elite del general Galib, a quien dio total libertad, tanto para sobornar como para combatir enemigos. Tanto y tan bien sobornó que venció sin apenas combatir, pero gastó tanto y de forma tan poco controlable que el califa envió a su intendente Muhammad Ibn abi-Amir para vigilar las cuentas. Esta fue la primera vez que el que después sería llamado Almanzor (Al-Mansur: el Conquistador), supo realmente lo que era un ejército.

Invasión normanda
También tuvo que afrontar la ofensiva marítima de los daneses que, al mando de un tal Gundurendo, recorrían los puertos de Europa sembrando el terror: atacaron Lisboa en 966, pero fueron derrotados frente a Silves por una flota que el califa había desplazado desde Sevilla al mando de su almirante Ibn al Rumahis. Después, Alhakén ordenó construir en Almería una flota al estilo nórdico con la intención de entablar combate en alta mar y no esperar a estar cerca de la costa o en tierra firme.
En el año 971 los vikingos intentaron una nueva incursión en Sevilla remontando el río, y Alhakén respondió enviando la escuadra almeriense en ayuda de la sevillana, con lo cual los barcos vikingos, encerrados en el Guadalquivir, fueron totalmente aniquilados.