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miércoles, 31 de julio de 2013

Romance Los infantes de Lara: Romances V y VI.

QUINTO ROMANCE

   Triste yo que vivo en Burgos
ciego de llorar desdichas
sin saber cuándo el Sol sale,
ni si la noche es venida,
si no es que con gran rigor
doña Lambra mi enemiga
cada día que amanece
hace que mi mal reviva:
pues porque mis hijos llore
y los cuente cada día,
sus hombres a mis ventanas
las siete piedras me tiran.

Sabed además que la mora hermana de Almanzor, al hijo aquel que tuvo de don Gonzalo, lo llamó Mudarra González, y cuando fue de edad, enviólo a Castilla para que buscase al traidor y en él vengase padre y hermanos.

Y ESTE ÚLTIMO ROMANCE

cuenta cómo el caballero novel Mudarra mató
a Ruy Velazquez el enemigo hermano
de doña Sancha
 
A caza va don Rodrigo,
ese que dicen de Lara;
perdido había el azor,
no hallaba ninguna caza;
con la gran siesta que hace
arrimado se ha a una haya,
maldiciendo a Mudarrillo,
hijo de la renegada,
que si a las manos hubiese
que le sacaría el alma.
   El señor estando en esto,
Mudarrillo que asomaba:
—Dios te salve, buen señor,
debajo la verde haya.
—Así haga a ti, caballero;
buena sea tu llegada.
—Dígasme, señor, tu nombre,
decirte he yo la mi gracia.
—A mí me llaman don Rodrigo,
y aún don Rodrigo de Lara,
cuñado de don Gonzalo,
hermano de doña Sancha
por sobrinos me los hube
los siete infantes de Lara.
Maldigo aquí a Mudarrillo,
hijo de la renegada,
si delante lo tuviese,
yo le sacaría el alma.
—Si a ti dicen don Rodrigo,
y aun don Rodrigo de Lara,
a mí Mudarra González,
hijo de la renegada,
de Gonzalo Gustios hijo
y alnado de doña Sancha;
por hermanos me los hube
los siete infantes de Lara;
tú los vendiste, traidor,
en el val del Arabiana.
Mas si Dios ahora me ayuda,
aquí dejarás el alma.
—Espéresme, don Mudarra,
iré a tomar las mis armas.
—El espera que tú diste
a los infantes de Lara;
aquí morirás, traidor,
enemigo de doña Sancha.

Allí donde cayó sin vida el cuerpo de Ruy Velázquez, los castellanos lo apedrearon, y yacían sobre él más de diez carradas de piedras. Y aun hoy día, cuantos por aquella gran pedrera pasan, en lugar de rezar Pater noster, lanzan al montón una piedra más, diciendo: "¡Mal siglo haya el alma del traidor! ¡Amén!"