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lunes, 9 de septiembre de 2013

Las almunias en al-Andalus

 La palabra «almunia» (al-munya), que pudiera venir del griego fue adoptada por los coptos y se usó en el Oriente musulmán con la vocalización minya, con el sentido de «estación, puerto de navegación, lugar de retiro espiritual». En al-Ándalus, con vocalización munya, atestiguada por los topónimos «Almunia», designaba, en cambio y por lo general un «cortijo»: una casa de campo, rodeada de jardínes y de tierras de labor, que servía de residencia ocasional, y era, al mismo tiempo, finca de recreo y de explotación. Una breve y sintética descripción la tenemos en los Anales de al-Hakam II contenidos en el Muqtabis de Ibn Hayyân; cuando cuenta que el gran fatá Durri regaló al Califa su hermosa almunia del Guadarromán «con cuanto tenía dentro y fuera de ella: jardines bien regados, tierras labrantías, esclavos, esclavas, bueyes y bestias de carga».

Burckhart, en su libro La cultura del Renacimiento en Italia, ha sostenido que los italianos fueron los primeros hombres de la edad moderna que apreciaron el paisaje y se deleitaron con él, creando sus villas o casas de campo. Pero ignoraba que los musulmanes andaluces se les habían adelantado en siglos. Leopoldo Torres Balbás, en su estudio, Los contornos de las ciudades hispano-musulmanas, lo subraya con elocuencia y lo demuestra con profusión, poniendo de relieve la lamentable diferencia que mediaba a este respecto entre la civilización musulmana andalusí y la cristiana que le sucedió.

        Almunias debieron de tener todos los ricos cordobeses: en primer lugar, claro es, los Emires y los Califas; pero luego, a imitación suya, los príncipes y los altos funcionarios.

        El número de las de la casa real hubo de llegar a ser muy grande, debido a las sucesivas herencias; a las que el capricho y el afán de novedad hacían crear a cada uno de los soberanos (pues éstos no gustaban el seguir en las residencias de sus mayores e innovaban incluso en los palacios); y al hecho de que, por confiscación o por regalo -como el caso del gran fatá Durrî-, muchas de las almunias particulares pasaban a formar parte del patrimonio real.

        Habiendo tantas en éste, su destino era muy diverso: algunas, tradicionales, o más embellecidas, o ampliadas, por la persistencia del capricho de un soberano o por la coincidencia de la predilección de varios, tomarían aires de verdaderos palacios secundarios, de «sitios reales», en la acepción actual; otras, desmanteladas o medio abandonadas, servían, con un arreglo momentáneo, para alojar huéspedes de marca; otras tendrían una vida efímera, serían la distracción de unos años, y, una vez olvidadas, acabarían por desaparecer como tales fincas de recreo y por revertir al campo.

        Las construcciones andalusíes de tipo semi-privado y no monumentales eran tan frágiles, y han soplado sobre ellas tan violentos huracanes históricos, que no sólo no han llegado a nosotros, sino que en los mismos tiempos surgían y desaparecían, sin que ni siquiera se conservase la memoria de su emplazamiento. Si incluso un gran palacio como el de Almanzor -Madina Záhira- no ha dejado huella, y los eruditos disputan, con más o menos fundamento, si ha de colocarse acá y allá en el plano, ¿que no pasará con las modestas almunias? Su inventario y escalafón -las desaparecidas, las preferidas, las tradicionales, las en boga- cambiarían a cada momento. La lista de las citadas con más frecuencia en las crónicas omeyas es muy distinta de la que Ibn Zaydún redacta, ya derribado el Califato, en varios de sus poemas. En un siglo, a pesar de ser tan turbado, la fiebre constructora y renovadora seguía en pie.

        Algunas de las almunias citadas en los Anales de al-Hakam II:
La almunia de Arhâ' Nâsih
        Fue lapredilecta ocasional del Califa al-Hakam II en los años que los Anales abarcan, considerándola su «favorita», y a la que llamaba «almunia de los molinos de Nâsih». En ella residía en rab'í al-awwal del año 361 (enero 972 ), en shawwâl del 363 (julio 974), y en ella pasó la noche del 11 raÿab 364 (27 marzo 975), como etapa en su viaje desde al-Zahrâ' al Alcázar de Córdoba, cuando, minado ya por la apoplejía, se decidió, aconsejado por los médicos, a abandonar la ciudad palatina.
        Estaba situada esta almunia, como su denominación «de los molinos» indica, sobre el río, en la orilla derecha, aguas abajo de Córdoba. Idrisi dice que era la última estación viniendo en barco por el Guadalquivir desde Sevilla. Ibn Zaydún habla, en el siglo XI, en uno de sus poema del Mahbas Nâsih, o sea «la presa de Nâsih», y aparece también en un zéjel de ar-Riyâhî.

La almunia an-Nâ'ûra
        Gran prestigio y aires de palacio «almunia de la Noria». Se dice que, en muharram del 361 (noviembre 971) fue trasladada la Casa de las acémilas desde el edificio que ocupaba en la Musâra a otro próximo al mahbas (cárcel) inmediato al alcázar de an-Nâ'ûra. Por allí pasó en ramadán del año 361 (junio 972) la aceifa que salía contra los Normandos. Allí, en muharram del 363 (octubre 973), quedó depositada la cabeza de un rebelde africano antes de su exposición en la Puerta de la Azuda del Alcázar. La almunia tenía delante un fahs o «campo», en el que, después de atravesar solemnemente Córdoba, asentó sus reales el general Gâlib, a su regreso de África trayéndose a los últimos Idrisies (muharram 364, septiembre 974). Allí, por último, reposó el soberano, viniendo de pernoctar en la almunia de Arhâ' Nâsih, la mañana del 12 rayab del 364 (28 marzo 975), cuando se trasladaba enfermo de az-Zahrâ' a Córdoba, y allí, después del salat del mediodía, le aguardaban los altos dignatarios del Estado, cuando él hizo su aparición por «la gran puerta» (al-bâb al-a'zam), llamada de al-mansaba, del palacio.

        Esta almunia, fundación del emir 'Abd Alláh, fue por algún tiempo, la residencia favorita de 'Abd al-Rahmân III. Sirvió de residencia a Ordoño IV cuando vino a Córdoba. La devastaron las tropas de Wâdih en  el 401 (1010), durante la guerra civil. Castejón la sitúa lejos del río, en la Huerta del Rey. Pero es evidente que estaba junto al Guadalquivir, pegada a la musallá del fahs antiguo de la Musâra, aguas abajo de Córdoba, en la orilla derecha.

        El nombre «an-Nâ'ûra», le venía de una máquina hidráulica (noria) que regaba sus jardines o las tierras de aquella parte, elevando las aguas del río, lo que indica también, que se encontraba a la orilla de éste.

La almunia de Nasr
        Más antigua era la famosa munya Nasr, o «almunia de Nasr», que tomó su nombre del famoso fatá eunuco, favorito de 'Abd al-Rahmán II. Pasó luego a poder del emir 'Abd Alláh. En el año 338 (949) alojó a la embajada bizantina de Constantino Porfirogeneta. Fue puesta más tarde a disposición de al­Hakam II, cuando era príncipe heredero.

        El los Anales nos dice que fue destinada para alojamiento del Conde Bon Filio y de sus acompañantes, cuando vinieron de Barcelona en embajada.

        Estaba situada a la ribera izquierda del Guadalquivir, «en la orilla del arrabal, al lado del antiguo cementerio del Arrabal». El Rawd mi'zâr le dedica un curioso artículo: se le llamaba también Arhâ' al-hinnâ' (los molinos de la alheña); su ángulo S.O. se llamaba ar-Rakîn; el espacio comprendido entre al-Rakîn y el río era el punto de cita de los elegantes de Córdoba; sobre ella se compusieron muchos versos. Quedó también arruinada en el siglo XI, durante la guerra civil.

La almunia de Ibn al-Qurashiyya
        De uno de los Hermanos (al-Aj) del Califa al-Hakam II, el llamado Abú-l-Hakam al-Mundir, hijo de `Abd al-Rahmán III y de la tía de éste Fátima, hija del emir al-Mundir, por lo cual se le llamaba lbn al-Qurayshiyya (el hijo de la Qurayshî), tomaba nombre una almunia en la que quedaron hospedadas las mujeres de Ya'far y de Yahyá, los dos hijos de `Ali ibn al-Andalusî, cuando éstos se pasaron desde África. Tenía esta almunia delante un fahs o «campo» en el que acamparon (ramadán 364-junio 975) los refuerzos que partían para incorporarse al general Gálib cuando éste se hallaba en la campaña de Gormaz.

        Se hallaba situada asimismo esta almunia a la orilla del río (bi-shatt al-nahr), en un lugar que figura en el manuscrito con dos formas distintas: ash-Shamâmât y ash-Shâmât. El primer vocablo significaría «los melones» o «los aromas»; y el segundo, «los lunares». Este último parecería más plausible, aplicado a jardines, que son como lunares en medio de un terreno árido; pero acaso tiene más probabilidades el otro, pues parece más lógico que el copista haya por descuido suprimido letras, que no que las haya añadido.

Otras almunias
        Todavía aparecen citadas en los Anales otras varias almunias menos famosas:
    - La munyat `Abd Allah, o «almunia de 'Abd Allah», al oriente de Córdoba, propiedad de un Muhammad ibn Sa'id, que era nieto de Sa'id ibn Abi-l-Qásim, tío materno de `Abd ar-Rahmán III. A ella fueron a buscarlo, para prenderlo en rayab del 363 (marzo 974), por haber incurrido en el enojo del Califa, y, como lo hallaron ausente, siguieron la pesquisa hasta Manzil Haynam, donde estaba en uno de sus cortijos. Daba nombre esta almunia a uno de los arrabales orientales, y Castejón, cree posible su localización en huertos como los de San Agustín y San Pablo, que aún subsisten dentro de la Ajarquía.

    - La munya de Ibn `Abd al-'Aziz (no sabemos de quien tomaba el nombre), en la que quedaron alojados Ya'far y Yahyá, los dos hijos de `Ali ibn al-Andalusi (dzú-l-qa'da 360, septiembre 971), en espera de ser recibidos solemnemente por el Califa, y en la que los mismos personajes cayeron en desgracia cuando intentaron resistirse a vender al Califa sus 'abîd o esclavos negros (shawwál 363 - julio 974). Se hallaba situada fuera de la medina, a poniente, al norte del río: para llegar a ella, una vez en la Musára, se torcía por la cuesta ('aqaba) en cuyo alto está la mezquita del hâÿib `Isá ibn Ahmad ibn Abi 'Abda, y luego se atravesaban los arrabales de la mezquita de as-Shifâ' y del baño de al-Ilbîrî ».

    - La munyat al-Bunti, cuyo nombre es probablemente romance, quizás «el Puente». La cita Ibn Zaydún, en el siglo XI, dentro de una moaxaja.

    - La munyat al-Muntalî, al oriente de Córdoba. En ella vivían alojados dos de los Hasaníes sometidos y venidos a Córdoba, y en ella (sha'bán 362, junio 973) se celebró una fiesta (i'dâr), pagada por el Califa, con motivo de la circuncisión de unos hijos de dichos personajes. Si el nombre no es árabe, acaso hay que suprimir la i final, y leer entonces en romance Montel o Montiel (el montículo, diminutivo mozárabe de «monte»).

    - La munyat Naÿda, que tomaba nombre de al-Aqra' (el calvo), en la que (ÿumádá az-zani 362, marzo 973) fueron hospedados unos guerreros de Masmúda, pasados a la obediencia de un Naÿda, cuñado de `Abd al-Rahmán III; pero no sabemos si es el mismo porque se le llama Hîrî, y no al-Aqra'.

    - Por último, y dentro del tipo de almunia particular - como la ya mencionada de `Abd Alláh - era también la munyat Durrî o Rumâniyya, por hallarse situada a orillas del Wâdî Rumân, el actual arroyo Guadarromán, cerca de la ribera derecha del Guadalquivir, aguas abajo de Córdoba, más abajo que la almunia de Arhâ' Nâsih, puesto que según Idrisi era la penúltima estación viniendo en barco desde Sevilla. Fue creación del gran fata Durrî, quien invirtió en ella su caudal y tenía allí puestas todas sus esperanzas; pero en sha'bán del 362 (mayo 973) resolvió regalársela al Califa, quien en ocasiones, fue allí su huésped, acaso para afirmarse en la gracia real, recientemente recobrada tras un paréntesis de cólera del soberano. Aceptó éste la donación, constituyendo en administrador de la finca al mismo que en ese momento dejaba de ser su propietario. El día 13 del mencionado mes (19 mayo), Durrî organizó en ella una fiesta campestre, que puede servir de ejemplo de las que eran corrientes en las almunias. Asistió el Califa, acompañado de sus mujeres y del príncipe heredero, trasladándose hasta ella a caballo desde Madina az-Zahrâ', e innumerable gentío. El anfitrión ofreció una espléndida comida a los invitados que acampaban dentro y fuera de la finca y para quienes habían sido dispuestos pabellones y tiendas de campaña. La familia califal tenía preparadas alcobas en el interior; aunque el Califa, siempre inquieto e indeciso, renunció a última hora a pasar allí la noche, volviéndose a Madina az-Zahrâ'.