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domingo, 17 de noviembre de 2013

El primer reinado de Muhammad al-MadhÍ.

   En Córdoba todos parecían contentos con el nuevo omeya que ocupaba el trono, pero esa alegría no iba a durar mucho. Al-Madhí pronto se rodeó de indeseables y de incapaces. Los soldaddos extraídos de la plebe se comportaban con dureza y grosería. Además, tuvo la  habilidad de indisponerse con los beréberes que se habían unido a su causa y con los eslavos amiríes que también se habían vinculado a él. Desterró a varios de ellos que sirvieron a Almanzor y a su familia, y éstos fueron a tierras de Levante, donde iniciaron una propaganda política contra el nuevo califa que no tardaría en dar sus frutos.
   Algunos días después, al-Madhí se ocupó del pobre Hisham que ya sólo podía desplazarse por sus aposentos privados. Aún esto le parecía mucho y le hizo abandonar el palacio en la sola compañía de una sirvienta y lo instaló, bajo estrecha vigilancia, en una casa de Córdoba. No contento con ello, hizo llevar al Alcázar el cadáver de un cristiano o de un judío, que se parecía un tanto al infeliz Hisham. Algunos dignatarios aseguraron que se trataba del depuesto califa, y se le enterró  en la capilla del palacio, el 26 de abril. Muchos marwaníes no se dejaron engañar por esta burda treta y comenzaron las murmuraciones. Al-Madhí las cortó encarcelando a algunos de ellos, como a un hijo, ya anciano, de Abd al-Rahman III, Sulayman, al que él mismo había nombrado su sucesor.
   Un hijo de este Sulayman, llamado Hisham creó un partido de oposición que , día a día, veía cómo se incrementaban sus adeptos. Al-Madhí, comprendiendo que los soldados reclutados entre el populacho no le servían para nada, los licenció de la noche a la mañana. Fueron unos siete mil que vinieron a sumarse a la larga lista de descontentos y a sumarse al partido de la oposición. Beréberes y milicianos licenciados formaron una fuerza de ataque y el califa se dio cuenta del peligro que representaban. Al-Madhí intentó negociar con Hisham, que se había hecho proclamar por sus partidarios con el título de al-Rashid, liberando a su padre. Pero las exigencias de al-Rashid fueron tales que no se consiguió nada. Todo le fue mal al pretendiente, pues intentó tomar el Alcázar y fue hecho prisionero y ejecutado ante el califa, mientras todos los beréberes que le apoyaron fueron declarados fuera de la ley y sus familias violentadas.
   Los beréberes, desde ese momento, decidieron vengarse, conquistando Córdoba e instalando en el trono a otro omeya que les fuera totalmente adicto. Su elección recayó en Sulayman ben al-Hakam ben Sulayman, bisnieto de Abd al-Rahman III y sobrino del desgraciado al-Rashid. Se dirigieron hacia el norte de al-Andalus, a Calatrava donde les llegó la promesa de perdón de Muhammad, pero ellos la rechazaron con desprecio, y luego continuaron a Guadalajara que tomaron sin dificultad. Se presentaron ante las murallas de Medinaceli, pero Wadit, el gobernador los expulsó y dio órdenes a toda la Marca media para que se les impidiese vivir sobre aquellas tierras.
   Sancho García seguía, con atención, los movimientos que se iban sucediendo entre sus vecinos musulmanes. Todos se dirigieron a él en busca de apoyo. Al final vendió su ayuda a los beréberes, a cambio, eso sí, de que si triunfaban le serían entregadas cierto número de plazas fuertes musulmanas, situadas en la frontera del Duero. Les envió abundancia de víveres y luego, se les unió con un ejército. Wadih no quiso incorporarse a estos contingentes y movilizó, contra ellos, a todas las tropas de la Marca, más a los refuerzos que le enviaron desde Córdoba. El encuentro tuvo lugar cerca de Alcalá de Henares, y Wadih, derrotado, se replegó hacia Córdoba. Parecía que el camino hacia la capital quedaba expedito para los beréberes y para el conde castellano. El 3 de noviembre de 1009 llegaban a Guadalmellato. Córdoba había sido fortificada, y se cavaron trincheras en las salidas de los arrabales. Las gentes, sin la menor preparación militar, se alistaron en las fuerzas regulares y con lo que tenía disponible, al-Madhi, salió al encuentro de los atacantes cerca de Alcolea. Los cordobeses sufrieron una terrible derrota, que se saldó con más de diez mil muertos de entre ellos, unos por causa de la lucha y otros ahogados al intentar huir, cruzando la confluencia
de los ríos Guadalmellato y Guadalquivir.
   La situación de Muhammad al-Madhí era de lo más comprometida y no se le ocurrió mejor cosa que sacar de su encierro al califa Hisham II y mostrarlo desde un mirador del palacio, ante las risas generales, que le echaron en cara que ya les había mostrado a otro Hisham muerto. Al-Madhí se escondió en una casa de Córdoba y, por algún timpo desapareció de escena.
   El 8 de noviembre el jefe de los beréberes, Zawí ben Zirí, entraba en el Alcázar y, al día siguiente, Sulayman fue proclamado califa, con el sobrenombre de al.Mustain bi-llah, " el que busca el auxilio de Dios ". Lo primero que hizo, en un gesto que le honra, fue descolgar el mutilado cadáver de Sanchuelo y le dio una sepultura decorosa. Recibió al conde Sancho García en un salón del palacio, rodeado de un gran aparato, que aceptó  una demora en la entrega de las plazas prometidas, regresando a Castilla, pero dejando en Córdoba a unos cien hombres de armas. El conde tenía todos los ases en su mano, y no ocultó el desprecio que le producía la actitud servil de los cordobeses.

al-Andalus...concha masiá.

 Sulaiman al-Mustain (en árabe: سليمان الثاني). Quinto califa omeya del Califato de Córdoba en 1009 y desde 1013 a 1016.

Era hijo de Al-Hakam o Alhakem, a su vez hijo de Sulayman, uno de los hijos de Abd al-Rahman III. Por tanto, era bisnieto del célebre primer califa.

En su primera época en el poder (1009) apoyado por los bereberes y por el conde castellano Sancho García, se rebeló contra Muhammad II al-Mahdi al que venció el 1 de noviembre de 1009 en la batalla de Alcolea, y tras entrar en Córdoba los castellanos y mercenarios sometieron la ciudad a saqueo, liberando al depuesto califa Hisham II al que derrocó a los pocos días, cuando adoptó el título de al Musta'in bi-llah (el que busca el auxilio de Alá).

La huida a la ciudad de Toledo de Muhammad II le permitió a éste organizar un poderoso ejército de esclavos de toda Europa al mando del general Wahid y, con el apoyo de tropas catalanas al mando del conde Ramón Borrell, vencer a Sulaiman en mayo de 1010 obligándole a dejar Córdoba y el trono.

La recuperación del trono por Muhammad II fue efímera ya que el 23 de julio de 1010 fue depuesto por un concilio de patricios cordobeses en revuelta y, tras morir asesinado, el restablecimiento del antiguo califa Hisham II al que él mismo había obligado a abdicar.

Hisham II no fue reconocido por Sulaiman quien refugiado en Algeciras, y apoyado por contingentes de las tribus beréberes del otro lado del estrecho, mantuvo una guerra civil hasta que el 9 de mayo de 1013 ocupó la capital cordobesa iniciando, tras hacer asesinar a Hisham II, su definitiva etapa como califa (1013-1016).

Para aplacar a las distintas etnias que dominaban el califato, árabes, beréberes y eslavos, inició una política de concesión de cuotas de poder a las principales familias que realmente eran las que dominaban las distintas provincias quedando el poder real de Sulaiman localizado exclusivamente en Córdoba.

Con esta medida, en la que puede verse el germen de los futuros reinos de taifas, Sulaiman no logró el objetivo perseguido ya que en 1016 el gobernador de Ceuta, Alí ben Hamud al-Nasir, se puso en marcha contra Córdoba al frente de un poderoso ejército haciendo su entrada en la capital el 1 de julio y, tras ejecutar a Sulaiman, se proclamó califa.

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