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martes, 17 de diciembre de 2013

Al Bakri y Ibn Tufail

Al Bakri  (1014-1094)
ABU UBAYD ABD ALLAH AL BAKRI nació en Saltés (Huelva) en 1014. Era hijo del gobernador musulmán de la provincia de Huelva y Saltes. Pronto destacó como poeta, historiador y botánico, aunque su mayor fama vendrá de la mano de la Geografía.
Fue en Córdoba donde Al Bakri paso sus primeros años, conociendo por estas fechas a Ibn Hayyan. Su estancia en esta ciudad le valió el sobrenombre de Cordobés (Al Kurtubi).
A la muerte de su padre se trasladó a la fastuosa corte de Almería, cuyo príncipe Al Mutasim realizaba una labor de mecenazgo hacia todos los poetas y artistas de su reino. Más tarde Al Bakri pasó a Sevilla, donde permaneció al lado del rey-poeta Al Mutamid.
Al Bakri profesaba un gran cariño a los libros. Tenía la costumbre de envolverlos en seda, como muestra del afecto que le merecían. Cuéntase también de él, que era muy aficionado a la bebida, refiriendo algunos de sus biógrafos que su cabeza nunca se hallaba libre de los sopores del vino.
Esta afición por el vino y las fiestas se refleja en algunas de sus composiciones poéticas:

Casi no puedo aguardar
que el vaso brille en mi diestra,
beber ansiando el perfume
de rosas y de violetas.
Resuenen, pues, los cantares;
empiece, amigos, la fiesta,
y de oculto a nuestros goces
libre dejando la rienda,
evitemos las miradas
de la censura severa
para retardar la orgía
ningún pretexto nos queda,
porque ya viene la luna
de ayunos y penitencias,
y cometer gran pecado
cuantos entonces se alegran.

Es autor de una completa obra enciclopédica en la que se describen alfabéticamente todos los pueblos, lugares y monumentos de la España árabe.
Emprendió otro trabajo, lamentablemente perdido, en el que describía de modo enciclopédico el mundo entero. Su “Libro de los Itinerarios y de los Reinos” (1068) es una impresionante obra recopilatoria sobre la expansión almorávide en el Magreb, por lo que aporta datos de incuestionable valor histórico y etnográfico sobre los pueblos del sur del Sahara y de las orillas del río Senegal, en torno al año 1040.
Un hecho paradójico en la obra de Al Bakri es la circunstancia de que nunca salió de Al Andalus, por lo que su obra geográfica no puede ser sino recopilaciones, valiéndose de numerosas fuentes, sobresaliendo su curiosidad y sus dotes de ordenación, que hacen de él uno de los principales geógrafos de Al-Andalus.
Al Bakri hubo de consultar la parte geográfica de las Etimologías de San Isidoro, ya que algunos pasajes de su obra son parecidos al del arzobispo de Sevilla. Otra obra geográfica de Al Bakri es un “Diccionario de nombres difíciles” que consiste en un vasto repertorio de topónimos, en su mayoría referentes a Arabia. Escribió igualmente obras de carácter filológico, realizando algunos comentarios a varias obras.
Murió en 1094.
El cráter Al Bakri de la Luna fue nombrado así en su honor.

Ibn Tufail, cuyo nombre completo es Abu Bakr Muhammad ibn Abd al-Malik ibn Muhammad ibn Tufail al-Qaisi al-Andalusi (بكر محمد بن عبد الملك بن محمد بن طفيل القيسي الأندلسي ), también transcrito como Abentofail, nacido en Uadi-Ash, actual Guadix (provincia de Granada, España, si bien según otros autores nació en Purchena o quizá en Tíjola, en la actual provincia de Almería),1 c. 1105/1110 y muerto en Marrakech en 1185, fue un médico, filósofo, matemático y poeta, contemporáneo de Averroes, y discípulo de Avempace. Participó en la vida cultural, política y religiosa de la corte de de los almohades en Granada. En el núcleo de sus ideas filosóficas se encuentra el problema de la unión del entendimiento humano con Dios.

Vida y obra

Por todas partes se extendió la fama de sus conocimientos, disfrutando de la admiración y aprecio de la corte granadina. Fue kátib (secretario) del gobernador de Granada y posteriormente wazir (visir) y médico del príncipe almohade Abu Yaqub Yusuf, quien le distinguió con su amistad, que aprovechó para atraer a la corte a los sabios más eminentes, entre ellos al famoso Averroes.
Su filosofía, como casi todo el mundo islámico, parte del platonismo, pero adaptándose a la mística islámica y como era habitual en la filosofía islámica, conjugando las verdades reveladas por la religión con la especulación filosófica. Recibe el influjo de los primeros introductores del pensamiento de Aristóteles en la filosofía del Islam: Avicena y Avempace.
Escribió entre otras muchas obras: Expugnación de Cafza en África y Risala Hayy ibn Yaqzan fi asrar al-hikma al-mashriqiyya (Carta de Hayy ibn Yaqzan sobre los secretos de la sabiduría oriental), conocida simplemente como El filósofo autodidacta que sigue de cerca El régimen del solitario de Avempace. Es notabilísima esta última por su forma, a la que debe su celebridad. Se trata de un cuento alegórico que se convierte en una parábola de la ascensión mística y los caminos por los que se llega a la Verdad. Es una especie de novela filosófica que recuerda algo al Criticón de Baltasar Gracián.
De esta obra se hicieron varias traducciones conocidas: dos al egipcio; dos alemanas, de Pritins y Eïchhorn; tres inglesas, de Simón Ockley, de Ashwell y de Jorge Keith; una hebrea, de Moisés de Narbona; una holandesa; una francesa de León Gauthier; una española, de Francisco Pons y Boigues, y una al latín por Pococke (1671), quien cambió su título por Philosophus autodidactus (El filósofo autodidacta), cambio perfectamente lógico, por cuanto el personaje principal de esta obra, Hayy, a diferencia del Andrenio del Criticón, no tiene maestros, sino que se educa a sí mismo. En ella, como dijimos, Abentofail plantea cómo el hombre en completa soledad alcanza la unión con Dios mediante el entendimiento. Con esta obra, en el fondo se analizan las opiniones más importantes de los filósofos anteriores a él (Avempace, Algazel, Avicena, o Al-Farabi).
Abentofail pone en forma de novela filosófica el concepto del "solitario" de Avempace (recordemos su obra capital El régimen del solitario), encarnándolo en la persona de Hayy ibn Yaqzan, un joven que, a la manera de un Robinson Crusoe, nace y crece totalmente solo en una isla desierta. El niño, con la fuerza de su sola razón e intelecto, asciende del conocimiento empírico al científico y de este al místico, utilizando la gradación establecida por Avempace, con la diferencia de que el sistema de Avempace se construye a partir de la filosofía de Al-Farabi, e Ibn Tufail lo hace desde la de Avicena, lo que le hace insistir en el carácter gratuito del don místico y en un contenido más iluminativo del mismo.
Más adelante, Hayy ibn Yaqzan entra en contacto con un visitante llamado Absal, que va a la isla para dedicarse también a la contemplación, guiado por las enseñanzas de su religión (que evidentemente refleja la islámica). Ambos se dan cuenta de que buscan lo mismo, pero por diferentes caminos. Con ello Ibn Tufail demuestra que la verdad revelada por la religión y la verdad intelectual filosófica es la misma. Ambos místicos intentan predicar en la isla de origen de Absal, pero el gobernador Salaman y su pueblo se aferran a una religión externa y superficial que les impide entender la rica vida interior y los altos ideales de Absal e Ibn Yaqzan. Por tanto, la verdadera vida intelectual o religiosa (que, es a fin de cuentas, la misma) no se da en una sociedad que practica una religión reducida a ritos formales y al cumplimiento meramente externo e hipócrita de las leyes religiosas.