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lunes, 28 de julio de 2014

Leyendas del Castillo de Almodovar del Río y Medina Azahara.

Castillo de Almodóvar del Río. Cordoba
En el siglo VIII, en la provincia  de Cordoba, los bereberes vislumbraron un magnífico emplazamiento para construir su fortaleza, estaba en un  monte bastante elevado, que permitía dominar visualmente toda la zona. Se divisaba perfectamente el Guadalquivir y se podían comunicar con otras fortalezas cercanas. Así que alli construyeron su castillo al que llamaron Al-Mudawwar, (con el paso del tiempo se le añadió "del Río" por su cercanía).
Era un castillo magnífico en su época. Testigo de mil guerras y batallas entre musulmanes.
Fue pasando de mano en mano por diferentes reyes y reinos, siendo muy codiciado por su emplazamiento y seguridad.
Ya en el año 1091, el castillo pertenecía a un príncipe llamado Fath Alma´mum.
Era el amo y señor de estas tierras y vivía feliz con su esposa  la princesa Zayda en el Alcázar de Córdoba. Aunque su felicidad fue corta, ya que pronto llegaron a la península un pueblo nómada, muy bélico, sanguinario y anárquico con ganas de conquistar todos los territorios que  pudieran con el grito de "Guerra Santa".
El príncipe Fath, viendo en peligro a su familia, les mandó refugiarse en el castillo de Almodovar, mientras él batallaba enérgicamente con el recién llegado enemigo, en las calles de Córdoba donde le dieron muerte.
Mientras tanto, Zayda permanecía instalada en el castillo de Almodovar cuando vio llegar al ejercito enemigo y tomar el castillo. La hicieron presa y la encerraron en las mazmorras.
Poco después vio llegar, por un pequeño ventanuco, solitario y cabizbajo, al caballo blanco del príncipe.
Al poco, se confirmaba la noticia de su muerte.
Zayda, quedó destrozada, pasados unos días moría de pena en su mazmorra, un 28 de marzo.
Desde entonces, cuenta la leyenda que en las noches de marzo y sobre todo la del 28, Zayda se aparece paseando por las mazmorras y mas especialmente por la Torre del Homenage, situada muy cerca de las mazmorras. Se oyen sollozos en la oscuridad. Ruidos golpes y lamentos.


La leyenda de Medina Azahara

Hace mucho tiempo, por el siglo X, existió un  rey muy conocido por todos aunque no muy querido, ya que tenía fama de sanguinario y cruel. Pero era audaz y enérgico. Tenía un talento especial para la conquista y la estrategia.
Fue conocido como Abderramán III.
Fue el primer califa omeya independiente de Bagdad.
La Córdoba de aquella época, se llamaba Qurtuba y era una ciudad populosa, llena de poetas, sabios y músicos de todos los rincones del mundo.
 Convivían gentes de todas razas y religiones.
Florecían las artes y progresaban las ciencias.
Bajo el reinado de Abderraman esta ciudad se convirtió en el faro de la civilización y la cultura.
La llamaron "La perla de occidente". El centro de Al-Andalus.
Casi toda la península ibérica estaba bajo su controla excepción del reino Asturiano-leones.
Todos los monarcas de otros reinos le enviaban regalos y presentes para solicitar su protección o en agradecimiento por su ayuda.
Un buen día le enviaron como regalo varias esclavas bellísimas de parte del emir de Granada.
Una de ellas era especialmente hermosa, se llamaba Azahara.
Según cuenta la leyenda, Abderramán  al verla se quedó sin palabras y se enamoro de ella de inmediato.
La convirtió en su favorita y la lleno de regalos y presentes.
Pero Azahara, a veces estaba triste y lloraba.
Cuando Abderraman le pregunto el porqué de su tristeza, ella le contestó que sentía mucha pena de no volver a ver la nieve de sus montañas.
Abderraman decidido a acabar con aquella melancolía, le construyó una ciudad con su nombre "Medina Azahara".
Mandó llamar a los mas prestigiosos geómetras y alarifes de Bagdag y Constantinopla.
Los mejores escultores llegaron de Bizancio y junto con artesanos cordobeses tallaron las piedras como si fueran encajes.
Utilizaron los mejores y mas raros materiales venidos de todas las partes del mundo conocido.
Se dice que a la entrada de la ciudad el califa coloco una efigie de Azahara, y colocó mas de tres mil columnas adornadas con marfil, ébano, oro y piedras preciosas.
El salón del trono estaba hecho de mármoles variados y los techos estaban revestidos de tejas de oro y plata.
Construyó fuentes y acequias.
Cuentan que instaló una inmensa jaula de aves exóticas y hasta un parque zoológico con fieras traídas de África.
Y por último planto miles de almendros muy juntos por toda Sierra Morena para que al florecer pareciera nieve.
Azahara no volvió a llorar, vivió feliz con Abderramán el poco tiempo de vida que le quedaba, porque  murió muy joven, dejando al califa solo hasta que se hizo anciano y murió.
La ciudad fue saqueada y quemada, aunque todavía hoy quedan restos de tan maravillosa construcción.