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jueves, 7 de agosto de 2014

Leyendas en Sanlúcar de Barrameda y Granada.

El Castillo encantado de Santiago de Sanlúcar de Barrameda
Existe un castillo en Sanlúcar de Barrameda, Cadiz, que cuenta con un montón de historias y anécdotas realmente extrañas y misteriosas.
Fue construido en 1477-8, a finales de la Edad Media, por el II Duque de Medina Sidonia: Don Enrique Pérez de Guzmán y Fonseca el Magnífico.
En su interior suceden cosas extrañas de las que hay numerosos testimonios, como lo que paso durante la construcción del restaurante "La Cantina de la Guardia", en la que unos trabajadores que se quedaron hasta mas tarde de lo habitual, tuvieron que irse corriendo porque les empezaron a arrojar piedras. Según dicen, había una presencia muy enfadada por las reformas del castillo.
Hoy en día, las bombillas explotan, las velas de las mesas a veces se encuentran encendidas solas, y un sin fin de anécdotas de gente que ha visto caras extrañas reflejadas en los cristales de las ventanas.
Y es que este lugar, data de una historia antiquísima que os iremos contando.
Ya en la antigüedad fue un importantísimo puerto para los fenicios, de los que se han encontrado muchos restos de su cultura.
También se sabe de la existencia del Castillo de las Siete Torres, una fortaleza musulmana que defendía la desembocadura del Guadalquivir.


La leyenda de la Dama Blanca de Granada
Hace mucho tiempo, cuando Granada fue conquistada por los cristianos y los Reyes Católicos se hicieron carga de sus posesiones, el secretario de los reyes,  D. Hernando de Zafra, fue el encargado de poner orden,  escribir documentos, escrituras, posesiones a  un sin fin de tierras,  cármenes y palacetes, que habían quedando muchos abandonados y sin dueño.  En agradamiento a tan laborioso trabajo le regalaron un palacete moro, que el secretario derribó para construirse el suyo propio, quedando apodado como El señor del Castril,  ya que era una zona preciosa de Granada, antes de la reconquista, donde residían las mejores familias moras, llena de huertas, palacetes, albercas y acequias que llevaban agua hasta la Alhambra y el Generalife.
Allí se instaló el Señor del Castril, a orillas del Darro, frente a la Alhambra, con su única hija, de gran belleza y juventud,  Elvira, ya que era viudo.
Preocupado por la lozanía de su hija, la mantenía oculta y encerrada en su casa, aunque no pudo impedir que se enamorara de un joven, D. Alfonso Quintanillo, que aunque de buena familia, D. Hernando no quería ni ver.
Aún así, los jóvenes conseguían verse, gracias al capellán de la casa que de vez en cuando, les ayudaba.
En la casa de los Zafra trabajaba un jovencísimo paje al que Dña. Elvira le entregaba las cartas para su amado.
Una noche, mientras Dña. Elvira leía una carta al lado del joven paje, entró su padre D. Hernando. Estaba hecho una furia, había oído que su hija andaba enamorada, y pensando que era el joven paje, le cogió y le ahorcó en la ventana de ese mismo cuarto, el dormitorio de su hija.
D. Hernando gritaba :“Pide cuanta justicia quieras. Ahí ahorcado puede estar esperando la del cielo cuanto tiempo te plazca”.
Tapió la ventana y encerró a Dña. Elvira allí mismo, el resto de su vida, aunque fue corta, porque murió de pena según la leyenda.
Desde entonces, el palacete a cambiado mucho, aunque no, el balcón que sigue tapiado con la inscripción "Esperándola del cielo".
Ahora es el museo arqueológico de granada y cuenta con un montón de testimonios sobre fenómenos inexplicables.
Se cuentan muchas historias sobre la aparición de una extraña mujer morena, de pelo largo y rizado, vestida de blanco y portando una vela, que pasea por los antiguos aposentos de Dña. Elvira.
Los empleados del Museo aseguran que cuando se pasea a solas por estas salas, sientes el aliento de alguien detrás de ti, y la segura sensación de que te están mirando.
También aseguran que se respira una extraña paz.
Una noche, una de las fotocopiadoras se volvió loca y estuvo toda la noche fotocopiando, encontraron entre las copias frases inconexas en un extraño lenguaje.
Se habla de ruidos de voces, de muebles que se arrastran de un sitio a otro, de golpes, de alarmas que saltan solas.